Mompox siempre fue un destino que me llamaba particularmente la atención; afortunadamente tuve la oportunidad de ir este año y quedó en mi recuerdo como una experiencia mágica.
De Cartagena me transladé a Magangué, (que me dió una grata sorpresa al poder contemplar en la Iglesia que queda junto al puerto, una imagen de una Virgen de raza negra) de allí partí a Mompox en lancha, atravesando el río Magdalena.
Al llegar a Mompox sentí que me transporté a otro mundo, a una tierra que fue sostenida en el tiempo. Se respira una total calma, el paisaje del río es encantador, las iglesias son únicas, la gente amable y sencilla. También me di paso para saborear los sabores de la costa como la butifarra y el jugo de corozo.
Al final de mi recorrido acompañé a mi compañera de travesía a comprar artesanías y quedé admirado al ver la filigrana en oro y plata, un arte que indica que el momposino es laborioso y creativo.
Mompox una tierra de paz , para admirar y contemplar.
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