Nació en Buenaventura, un territorio incrustado en el Océano Pacífico, sobre la costa occidental de Colombia. La famosa ciudad portuaria que flota sobre una bahía, surcada por terrenos cenagosos y una selva abrazada por aguas intercontinentales. Allí, aunque en casa siempre se escuchaban los cantos gregorianos y las canciones de música clásica que tanto fascinaban a sus padres, creció en medio de marimbas, cununos y tambores, además de la salsa neoyorquina que inundaba el Valle del Cauca. Aquel lugar de raíces africanas le heredó su historia, escrita a través de canto, música y danza. Fuente de inspiración suficiente para Yuri Bedoya, quien a los 19 años viajó a Francia para convertirse en leyenda.

Yuri se encontró con una ciudad diferente a su Buenaventura verde y tropical. Con el imperativo de subsistir, sin práctica ni clases previas, empezó a tocar un bongó en el metro de París. Llegó allí para estudiar Economía en La Sorbona, pero abandonó sus estudios por los tiempos difíciles. Así pasó unos años durmiendo en la estación del metro y utilizando la música como sustento. Tiempo después, Camilo Azuquita lo encontró y lo vinculó como percusionista en su banda Mambomanía. Por suerte, un día Yuri empezó a cantar mientras arreglaba el cuero de su bongó. Fue entonces cuando sus compañeros descubrieron al talentoso cantante de salsa, quien se apoderó del micrófono y, luego de probarse en varios escenarios, regresó a Colombia pensando en grabar su primer disco.

No pudo reunir el dinero para grabar el disco “Herencia Africana”, pero le bastó con grabar la famosa canción ‘Ne me quitte pas’ en versión salsa. Luego se la envió a un conocido en París, quien la puso a sonar en Nova, una modesta emisora. Esa noche, Jaques Sanjuan, Editor de Universal Music, escuchó la canción en un taxi que la sintonizaba. Al otro día él buscó a Yuri para que firmara el primero de sus contratos. Tras cinco producciones, obtuvo cinco discos de oro por sus ventas en Europa, además del noble título de ‘Caballero de las artes y las letras’, otorgado por el gobierno francés. Un defensor de su tierra que se puso por apellido el nombre de su ciudad natal, cuya salsa contestataria, comparable con la de Héctor Lavoe, lo convirtió en un puente entre la cultura europea y la colombiana y en embajador de #LoMejorDeColombia en el viejo continente.